Ahora que se reestructuran los grupos de clase de pole y que se cumple un año desde el momento en que mis compañeras y yo empezamos, es un momento ideal para compartir aquí mi inmersión en esta actividad.
Con frecuencia me preguntan cómo empecé en esto. No tengo una idea muy clara, pero creo que fue a través de una antigua alumna que me mostraba lo que hacía los viernes por la tarde. Aunque lo admiraba y me atraía, ponía la excusa de no encontrarme con la forma física adecuada. Con el tiempo, y en un momento en que mis clases de baile se suspendieron, probé en una academia de pole. Me di cuenta de que lo disfrutaba, pero no supe encajar en el modelo de escuela, no me gusta reservar una clase por una aplicación de manera que si no hay gente se suspende, y si la hay se mezclan los niveles. Soy más de paso a paso, de constancia y de comprometerme con una actividad en un horario. Así fue como, a través de las redes sociales, encontré Poleacademyrz (link aquí), un centro liderado por Rosa.
Hace un año, en otoño de 2020 asistí a algunos talleres de prueba, luego no perdí la oportunidad de unirme a un grupo que se abría en horario de sábado por la mañana. Sí, eso implicaba que todos los fines de semana quedaban comprometidos. Pronto se creó muy buen ambiente entre las integrantes de este grupo, y he de resaltar que me sentí acogida y querida a pesar de que la diferencia de edad entre ellas y yo es considerable. Nuestra relación dio pie a alguna actividad extra de diversión y creatividad, a experimentar con coreos y bailes.
La sensación de pertenencia a un grupo es algo que para mí tiene mucho valor, no sabría decir de qué depende que se cree o no esta energía, pero integrantes y profesora (o líder) tienen mucho que ver. Sin embargo, este aspecto no es el único que hace que sigas con constancia asistiendo a las clases, primero te tiene que gustar; segundo, hay que disfrutar el camino, valorar cada logro alcanzado con esfuerzo, con trabajo, con dedicación y con ganas.
De las primeras clases salíamos llenas de moretones, y exhaustas, pero entusiasmadas. Y así, poco a poco empezaron a salir figuras, experimentamos los giros, la barra giratoria y trabajamos muchos otros aspectos fundamentales y necesarios como la forma física y la flexibilidad; con atención especial a las puntas que siempre deben estar elegantes para culminar la belleza del ejercicio.
En todo este año hemos avanzado mucho, todas sin excepción. Cada una a su ritmo porque no todas tenemos la misma habilidad (ni la misma edad). Continuaremos, lo que implica que hay que trabajar los fundamentos y seguir siendo constantes.
Parte del éxito en esta experiencia se debe a la profesora. Como profesora que soy suelo ser demasiado crítica con esta labor, aunque no sea de mi rama. Para mí Rosa tiene una metodología de enseñar pole que se basa en la honestidad, nunca te dejará hacer algo para lo que no estés preparada, hay que cuidar el cuerpo y evitar lesiones. Ella misma es un ejemplo de compromiso y constancia, y es un placer ver sus ejercicios en la barra (aunque confesaré que lo que más me gusta son las coreografías de baile).
No soy la alumna de más edad de la escuela, pero sí estoy en ese grupo. La edad es un número, la edad no impide probar aquello que te atrae, la edad se suele utilizar como excusa. Igual que es una excusa la forma física; si no se tiene, se va consiguiendo con dedicación.
El pole tiene para mí ingredientes muy atractivos. Cada clase es un reto; en muchas figuras encuentro dónde está mi límite y mi miedo, llego incluso al pánico. En cada ejercicio analizo cómo funciona mi cerebro, cómo recoge los movimientos nuevos, la relación con la gravedad o el equilibrio. Y cuando no logro algo, no me frustro, simplemente admiro cómo mis compañeras lo hacen y comparto su alegría.
Flexibilidad, movimiento, fuerza, equilibrio, elegancia, actividad exigente y retadora, todos estos son elementos que se aglutinan en el pole y a los que, lo reconozco, soy adicta.
Antes publicaba en el blog cada lunes, dedicaba horas de la semana a preparar mis escritos; ahora dedico este tiempo a la actividad física, mucho al pole porque lo disfruto. Para algunos estos saltos de actividad serán un sinónimo de dispersión frente a la especialización que esta sociedad valora; para mí es simplemente la búsqueda de mi propia expresión.
Queridos lectores, con esta descripción comparto la celebración de mi primer año en pole. Pero como esto es una actividad compartida, vaya por delante el agradecimiento a mi profesora y a mis compañeras. Si os atrae, invito a que lo probéis, es para todas las edades y para todos los géneros. Incluso es una forma de celebrar una reunión o un cumpleaños, un buen regalo.
Y tú, ¿has encontrado alguna actividad que te atrape, que sea un reto constante?
Si también practicas pole, comparte tu experiencia en los comentarios, todos son bienvenidos.
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