Mi vida está llena de dichos que aprendí en casa, casi todos de mi abuela materna. Llegadas estas fechas ella solía decir: «La Cruz de Mayo trae la siesta y el Cristo se la lleva»; esta sentencia establecía el periodo dentro del calendario en el que podíamos ir a la cama después de comer. Fuera de él, se consideraba inapropiado.
La siesta es una costumbre que nos identifica y que a mis amistades de otros países les cuesta entender hasta que vienen a visitarme un mes de julio. En ese momento comprenden las ventajas de aprovechar el rato de las altas temperaturas a mediodía para el descanso, y estar frescos para disfrutar con la brisa de la noche conciertos, terrazas o tomando un helado.
Aunque se considere un descanso breve, hay opiniones muy distintas a cerca de la duración idónea de la siesta para que no interfiera en la calidad del sueño nocturno. Y, si bien lo normal es que sea posterior a la comida, está la llamada «siesta del carnero», esa cabezá que uno da antes del almuerzo.
Los hábitos en cada casa son diferentes. En la mía, mi abuela, que llevaba una vida de horarios muy rígidos, almorzaba a las dos y en época de siesta antes de las tres ya estaba en la cama; una hora después se levantaba. En mi caso, las siestas estivales son más largas; pero, si puedo, en invierno también dedico un rato después de comer a descansar y recargar pilas, especialmente los sábados y los domingos. En estos días las películas sin mucho interés que ponen en la televisión son la nana perfecta para llevarte a los brazos de Morfeo, siempre y cuando no tengas a alguien a tu lado comentando la proyección. Esto último suele sucederme con mi hijo, que provoca mis risas y no me deja dormir.
La siesta no es una costumbre pasada de moda, o de gente holgazana. Ahora los estudios científicos vienen a corroborar y justificar sus bondades, y se recomienda como práctica muy útil en las empresas para incrementar el rendimiento de los trabajadores. Incluso se han desarrollado apps para facilitar su práctica. Pero al margen de esta explicación racional, la siesta puede ser un momento mágico y atrevido, y así lo recogen algunos pintores. Comparto una muestra.
Queridos lectores, ¿cómo son vuestros hábitos de siesta? ¿Varía entre el invierno y el verano? ¿Hay silencio y descanso después de comer en vuestras casas? ¿Cuánto tiempo le dedicáis?
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