No es un chiste como esos antiguos que empezaban “eran un inglés, un francés y un español…”, aunque en este caso se trata de un irlandés y dos españolas. Mi profesor de inglés, mi profesora de pole y yo, se corresponde con Paul, el irlandés con el que llevo casi diez años de intercambio de idiomas; con Rosa, la profesora que enseña pole en su academia; y yo misma, responsable de esta bitácora. Nuestra labor profesional, como docentes de materias diferentes, junto con los meses de actividad que llevamos, y un curso de docencia al que asisto, han provocado en mí algunas reflexiones que pretendo compartir aquí.
En uno mis encuentros semanales con Paul, comentamos la frustración que siente el profesor cuando constata que el estudiante no avanza. O cómo, por el contrario, siente gratificación y alegría al ver que el alumno integra lo aprendido; lo que se acrecienta si llega a ser testigo de su transformación en un buen profesional. Paul y yo trabajamos acompañando al estudiante a desarrollar habilidades muy distintas a las que se ejercitan en clase de pole. De ahí que mi reflexión iba al terreno de cómo se siente Rosa (la profe de pole) cuando llega a su clase alguien con talento innato para aprender los movimientos en la barra, con el físico adecuado para ser flexible; y cómo es el sentimiento en las situaciones contrarias. Es decir, si el alumno (en la clase de pole en su mayoría somos chicas) tarda en aprender, no consigue avanzar, o simplemente no tiene las características corporales adecuadas. Rosa me sirve de inspiración, pues también yo me encuentro en mi aula a estudiantes a los que les cuesta asimilar la materia; entonces, no tiro la toalla. Entiendo que la labor consiste en llevar al estudiante a su máximo nivel.
De esta forma, mi profesor de inglés, mi profesora de pole y yo experimentamos la frustración o su contrario, en función del talento (no sé si innato) que tiene el estudiante y la evolución de su aprendizaje. A lo anterior podemos añadir otro aspecto, la motivación que éste tiene. Paul me contaba que tenía una alumna a la que le costaba aprender inglés; pero, sobre todo que no tenía interés. En cambio, muchas de las chicas que vamos a pole, sin tener el talento físico ideal (si es que hay uno, pero esto da para otra reflexión), mostramos nuestro interés y compromiso, lo que nos permite avanzar. ¿Tienen interés mis estudiantes? Desgraciadamente yo respondería a esta pregunta demasiadas veces en sentido negativo.
Y la cuestión que sigue a lo anterior sería: si el estudiante no tiene interés, ¿hay que motivarlo? Esta es la pregunta más difícil de contestar y que se plantea de forma recurrente en todos los cursos de docencia a los que asisto.
Estoy convencida de que el docente (en este caso mi profesor de inglés, mi profesora de pole y yo) tiene mucho que ver con el interés que despierta en el estudiante; la forma de plantear los temas, la dinámica de la clase e incluso su trato humano, pueden provocar reacciones diferentes. Pero, tengo una cosa clara, si un estudiante no quiere aprender, no entiende que es responsable de su trabajo, me queda poco que hacer.
Como docente, estoy al lado del que quiere aumentar su nivel de conocimientos, mejorar su forma de hacer, sea cual sea el nivel de talento innato con el que llega a mi aula. Pero si su motivación intrínseca es nula, mi amigo Paul me ha enseñado que no es mi responsabilidad su mal resultado. Me inspiro en Rosa, porque si una alumna no llega con esas cualidades innatas para el pole, ella es paciente, ella apoya, explica y repite, y las alumnas repetimos hasta integrar las rutinas.
Así que, mi profesor de inglés y mi profesora de pole son fuente de inspiración para mí, modelos en los que fijarme para gestionar todas las emociones y situaciones que implica ser docente de jóvenes universitarios; desde nuestros sentimientos de frustración al estímulo de la motivación del estudiante.
Ya sé que este tema tiene muchas más aristas y aspectos que hay que tener en cuenta, es complejo. Pero, aun así, vosotros, queridos lectores
¿qué experiencias como aprendices o como docentes habéis tenido?
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Puedo decir que tengo la gran «suerte» de haber estado en ambas calles y sin extenderme mucho, espero aportar mi granito de arena.
Del lado de los aprendices (por mi propia experiencia en aquellos años de universidad y master) pienso que la motivación va muy encadenada a la “obligatoriedad” de dicha acción. Siempre lo que nos imponen a la fuerza, como puede ser el realizar una carrera, modulo, master, títulos de inglés… la motivación del estudiante va a ser mucho más frágil (en una gran parte de los casos), ya que es algo que no nace en tu cabeza por causa propia, sino que pueden tratarse como “tramites” para conseguir determinados objetivos a largo plazo.
Por el contrario, las actividades que te las puedes tomar como hobbys son actividades que nacen sin tener una obligación a las espaldas, por lo que la motivación de realizarlas va a ser mucho más rígida y formal.
En mi caso cuento rápidamente mi propia experiencia. Siempre he estado muy ligado con las artes marciales, y en mi época de universidad me encontraba preparándome el campeonato de España con la selección andaluza de kendo. Ni me importaba ni me pesaba tener que entrenar durante 4 meses 2 horas diarias de lunes a sábado para poder llegar al campeonato en mi mejor forma, pero cuando tenía que bajar al bunker de derecho para estudiar… cualquier excusa era buena para no pisar la biblioteca.
Mi parte docente espero contárosla en otro post!
Muchas gracias Julián por tu aportación y por tomarte el tiempo para escribir. De modo que yo lidio con esos que, como tú, les cuesta ir al bunker de derecho a estudiar. Después de darle muchas vueltas al tema de la motivación, al final mi conclusión es que si el estudiante no la tiene (sean cuales sean las razones que la explican), yo sólo puedo hacer mi parte, y es hacerlo lo mejor posible. Pero nunca echarme la responsabilidad de sus malos resultados. Eso sí, trato siempre de hacerles ver que lo que estudiamos es profesionalmente útil. Aquí seguiremos, al lado de los estudiantes. Gracias de nuevo.
Comparto al 100% tu conclusión final. No nos podemos hacer responsables de todas las actitudes de los estudiantes. Pero estoy seguro que más de uno, en algún momento de su futura vida laboral, recordarán aquellas clases y métodos de trabajo que utilizaban sus docentes y que eran tan necesarios para que la clase y ellos mismos mantuvieran la motivación y actitud solicitada.
Un saludo enorme