Si yo tuviera el don de la escritura, esta semana, inspirada por la luna, podr?a haber escrito una poes?a dedicada a ella. No es as?, de modo que disfrut? evocando El romance de la luna, esa poes?a que aprend? siendo adolescente y que curiosamente queda a?n en el recuerdo. Sin el don de la m?sica, tampoco puedo componerle una canci?n; me quedo con la que me evocaba: Hijo de la Luna.

Puede que poes?a y canci?n sean conocidas para una generaci?n, y no para las generaciones m?s j?venes que probablemente no han aprendido poemas de memoria en su etapa escolar. Ser? que aprender de memoria est? en desuso.

Pero no hablemos de la memoria, volvamos a la luna. ?Qu? fotos m?s bonitas hemos podido ver! La silueta recortada de La Giralda sobre la luz de la luna; o la de molinos de viento de La Mancha; rascacielos o monta?as; todas preciosas im?genes. Pero ?qu? noche de luna recordamos?

M?s que las fotos, prefiero las sensaciones de las noches de luna. En invierno: la nariz congelada, las manos en los bolsillos, y una luz plateada que ilumina un cielo raso, sin nubes, que presagia la helada nocturna. A paso ligero por las calles del pueblo, no es momento de pararse a contemplarla.

En verano: ropa vaporosa, conversaci?n animada con la compa??a, se ve perfectamente en el campo, la luna ilumina lo suficiente. Olivos y encinas tienen un brillo especial. Ranas y grillos cantan. Olor a juncos en el r?o; a albahaca en la huerta; o a pasto. Ese intenso y caracter?stico olor a noche de verano. En verano o en invierno, hay noches de luna que han sido momentos m?gicos en mi vida, m?s ?ntimos y personales, aunque la luna fuera menos espectacular que la de la semana pasada.

Lejos de la familia y de mis lugares habituales, miraba a la luna, sab?a que ellos tambi?n miraban. La sent?a como punto de uni?n. Mi estancia en Brest dur? tres lunas, pero tampoco soy buena fot?grafa y no guardo im?genes impactantes de esos momentos.

?C?mo han sido vuestras noches de luna?

 

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