Si no sois de pueblo es probable que nunca hay?is o?do la expresi?n ?echarle un grano a la ropa?. Hace poco, pasando unos d?as en la villa donde nac?, pude escuchar de nuevo este dicho y me evoc? todo un estilo de vida, as? como mi ni?ez y mi temprana juventud.
Aunque alguna vez acompa?? a mi madre cuando iba a lavar al r?o, ese recuerdo es muy vago; sin embargo, tengo m?s presente la imagen de ella en la pila, frotando la ropa en el ?batiero?, -en realidad la palabra correcta es batidero, pero ya saben, en el pueblo modificamos las expresiones a nuestro antojo-. A ella le gusta dejar la ropa muy limpia, as? que el procedimiento era, y es, primero enjabonar la ropa con jab?n casero y luego solearla; ya saben, tenderla al sol porque es lo mejor para eliminar las manchas. Luego, se echa un grano a la ropa, es decir, si las manchas han salido, se enjuaga y se tiende a secar; si hay manchas rebeldes, se repite el procedimiento. Y as?, mi madre ha pasado incontables horas pegada a la pila de lavar, aun cuando ya ten?a lavadora; y a?n lo hace como pod?is ver en la foto.
Hoy en d?a se conservan algunos lavaderos p?blicos como parte de la cultura que se muestra a los visitantes. El ?ltimo de este tipo que visit? fue en Sao Pedro da Afurada, una barriada de Oporto; un lugar a?n en uso y rodeado de un espacio donde la ropa ondea al viento colgada de cordeles sostenidos por palos. Un espect?culo bonito de visitar (ver fotos); pero cuando se trata de hacer la colada propia, prefiero la lavadora. Es m?s, ahora me decanto por la lavander?a autom?tica, quiz?s porque mi hijo, empresario valiente, ha montado una para dar servicio al barrio donde vivo.
Como ven, en la familia hemos pasado de mi madre que echaba un grano a la ropa despu?s de solearla, a mi hijo que ofrece lavado y secado de la colada en una hora. Cambios en las costumbres que, por supuesto, implican mejoras. Y vosotros, queridos lectores y amigos, ?ten?is alguna historia relacionada con la colada en vuestras casas? ?Us?is el servicio de las lavander?as autom?ticas?
(Gracias a Martina Albertini por las fotos)
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