En 1972 yo tenía 6 años, Kim Phuc tenía 9. Yo vivía en Campo Lugar, un pueblo pequeño de Extremadura, Kim Puc en el sur de Vietnam cerca de Saigón. El momento histórico para mí era el final del periodo franquista; ella vivía en plena Guerra del Vietnam. Yo no soy conocida ni famosa, y espero seguir en el anonimato; en cambio ella se hizo tristemente célebre por una foto que ilustró las noticias en los periódios.

Esta publicación saldrá antes de que haya finalizado de leer The girl in the picture, escrito por Denise Chong. Por tanto, aún no he descubierto cómo se desarrolló su vida a partir del momento en que Saigón fue tomada por las fuerzas del norte. Para escribir el libro, la autora entró en el país como turista, y se empleó en entrevistar a la familia de Phuc y, más tarde, a ella misma. Todo ello le permite contarnos las vivencias de Phuc a la vez que describe el desarrollo de la contienda y su evolución política. Nosotros los lectores conseguimos hacernos una idea de cómo pudo ser la guerra para un campesino cualquiera en el Vietnam del Sur.

Tengo el libro recibido en préstamo lleno de señales con ideas para compartir aquí, misión del todo imposible. Seleccionemos un par de ellas, el napalm y la religión Caodista.

Como ya sabréis, Phuc corría desnuda porque su ropa se había desintegrado al recibir el gas naranja, un gel que arde entre 800 y 1200 grados Celsius. Aunque las posibilidades de supervivencia dependen de la superficie quemada, la mayoría de las víctimas de este tipo de ataques morían poco después. Phuc, tras meses de sufrimiento, sobrevivió. Pero, a parte del padecimiento en su cuerpo, siguió viviendo el miedo y el horror de la época de guerra.

Con su familia se refugiaron más de una vez en el templo Caodista. No supe de la existencia de esta religión hasta que empecé a leer sobre Vietnam. Javier Nart (Viaje al Mekong) lo describe como una “macedonia” espiritista-religiosa que combinó las religiones hegemónicas vietnamita (budismo) y colonial francesa (cristianismo) con unos puntos más de espiritismo. Al lado de Confuncio aparecen en el santoral Victor Hugo, Juana de Arco, Mahoma, e incluso Shakespeare o Luis Pasteur. Este templo no entra en mi itinerario turístico, pero cuando leí sobre él me recordó a ese fenómeno de El Palmar de Troya mucho más cercano a nosotros.

En el libro se señala que los jóvenes toman la religión de sus ancestros, y los progenitores de Phuc, quizá por proximidad, eran Caodistas. De la misma manera, tomaban partido o mostraban lealtad a quien los padres indicaran. Pero los padres de Phuc no querían “señalarse” (como se dice por aquí), así que sufrieron por igual las presiones de los grupos del Viet Cong y del régimen de Saigón mientras trataban de salvar sus vidas, sus casas, sus negocios.

Esto que se cuenta en el libro y que sucedió lejos de aquí, no es tan diferente de lo que mis padres y los de su generación vivieron en los pueblos durante la contienda española. Afortunadamente sin napalm, pero igualmente con presiones de ambos bandos, con la Iglesia en el escenario y “muchas penas y fatigas”.

Este año se cumplen 50 años de aquella foto que, según cuenta el libro, estuvieron a punto de no publicar porque existía una consigna de «no mostrar cuerpos desnudos». Debido al aniversario se pueden encontrar muchos artículos sobre ella. En uno, Kim Phuc declara que ya no es una víctima de guerra: “Soy una amiga, soy una ayudante, soy una abuela y ahora soy una sobreviviente que clama por la paz” (artículo ).

Por mi parte, acabaré el libro, me enteraré de cómo siguió su vida tras el fin de la guerra, y continuaré contando cosas por aquí.

¡Os espero!

This page is also available in: English