Querida amiga:
Se pasan los días y no hemos podido hablar por teléfono, seguimos viviendo de forma ajetreada y enredadas en nuestros quehaceres. Como he venido al pueblo y el tiempo es un bien abundante aquí, voy a aprovechar para escribirte una carta, o «escribirte unas líneas» como se decía antes.
Esta expresión, “escribirte unas líneas”, me recuerda a los tiempos en que iba a casa de mi abuela para escribirle la carta que le enviaba semanalmente a mi tío que vivía en Madrid. Quizás ese fue el germen de mi afición a las cartas.
Me viene al recuerdo, en esta tarde quieta de primavera, la imagen de una inmensa llanura por la que pasamos a la ida y a la vuelta camino del punto más al sureste de Armenia que visitamos, Tatev . Una no sabe porqué esa imagen queda en la memoria mientras otras se desvanecen y no vuelven. Desde aquí lo que puedo contemplar y disfrutar es la llanura de las Vegas Altas del Guadiana hacia un lado, o las tierras cercanas a Trujillo hacia otro. Regadío frente a secano. Me pregunto si a algún viajero le pasará con este entorno algo similar a mí y quede en su recuerdo este paisaje.
De aquel paraje recuerdo las colmenas cerca de la carretera, junto a ellas una caseta en la que se exponían los tarros de miel. Por aquí no hay colmenas y las tierras de labor esperan ser plantadas si finalmente se confirma que se puede regar. Ya sabes que estamos pasando unos años de sequía.
¡Qué maravilloso Tatev! ¿Recuerdas que alcanzamos su altitud a través del teleférico? El más largo del mundo sin parada, ponía en su entrada. Con él nos evitamos la carretera que pasa por el Puente del Demonio a pesar de que no nos asustan las vías complicadas y tú eres una maravillosa conductora.
En aquel lugar empezamos a gestar un proyecto ¿lo recuerdas? Yo sé que sí, porque lo hemos vuelto a comentar, y también puede que esté entre la lista de propósitos que escribimos este principio de año en Fez. Aquí no estoy a tanta altitud ni me rodean montañas que proyecten sombras mágicas al atardecer, ni tengo con quién imaginar planes descabellados a la par que interesantes. Me limito a mirar el pozo del corral de mi casa bañado por el sol del mediodía, a aspirar el aroma que deja el naranjo mientras que dormito en una hamaca y revivo las aventuras o sueño otras nuevas.
Como te decía al principio de esta carta, ¿por qué recordamos algunos paisajes y otros no? Cuéntame, ¿qué recuerdas tú de aquel lugar? ¿las llanuras, la parada a descansar junto a un río, los caravanserais de la Ruta de la Seda, o aquel coche que iba tan cargado que se quedó inmóvil en una cuesta?
Amiga, pronto volveremos a otras aventuras y a descubrir lugares y gentes. Mientras tanto, recibe un abrazo y ya sabes que mi afición escribir cartas es porque
“more than kisses, letters mingle souls”
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¡Qué bonita carta!, querida amiga. Aunque la pregunta no va a dirigida a mí, me atrevo a dar una respuesta. Quizás recordemos aquellos paisajes que vemos con el corazón y nos llegan al alma, y ahí quedan. Como decía la célebre frase de El Principito: «No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos».
Gracias amiga por tu bonita respuesta. Si es así como dices, creo que aquel día me dejaba sorprender por ese paisaje que en realidad era hinóspito, árido y parecía incluso estéril. Pero a la vez, encerraba belleza.