Cada mes de mayo se repite la situación, estudiantes preocupados y tutores de TFG disgustados. No sé si el resto de los compañeros docentes sienten igual, pero yo vivo con preocupación las semanas antes de la fecha límite de entrega de los TFGs (Trabajos Fin de Grado).
Este curso acepté la tutela de doce alumnos, más del máximo que oficialmente tengo asignado (que son seis). La única responsable de esta situación soy yo misma, me parecía que mi propuesta era atractiva y quería que se beneficiaran todos los alumnos que quisieran elegirla. Pequé de soberbia. El proyecto consiste en orientar a los tutelados a desarrollar un proyecto profesional personal con el que definan su tránsito de la vida de estudiantes a la actividad laboral usando la perspectiva de la marca personal, lo he denominado TFG-MP.
A estas alturas, y a dos semanas de la fecha límite de entrega, me temo que no más de tres van a poder depositar el trabajo para ser calificado. Y lo que yo siento es que he fracasado.
Comencé la tutela con una reunión en el mes de diciembre en la que les expuse todo el proyecto y cómo debían trabajar, recibieron un cuaderno de trabajo, y posteriormente tuvimos otras dos sesiones grupales. Se entiende que este es un tipo de trabajo autónomo en el que el estudiante lleva la iniciativa y cuenta conmigo siempre que lo demande. Pero me encuentro con todo tipo de situaciones:
- Algunos de los estudiantes presentan un producto que no tiene nada que ver con lo que se les planteó. Entonces pienso si he sabido o no comunicar la idea.
- La mayoría de los estudiantes no se toma en serio los plazos indicados y aparece al final presionando para poder entregar. Esto me provoca tensión.
- Cuando envían un borrador, esperan una respuesta inmediata sin contemplar que tenemos otros exámenes y actividades que atender. Suelo ser rápida en la revisón, pero igualmente me genera ansiedad.
- Algunos trabajos tienen una calidad de escritura tan baja que su lectura es una tortura.
- También están aquellos que argumentan que todo lo que le has sugerido para mejorar su documento ya lo han tenido en cuenta. Yo les identifico con los que son capaces de vender arena en el desierto, y ante ellos siempre tengo la tentación de claudicar.
La situación es más compleja y también podríamos atender a los argumentos que ellos tienen para justificar todo esto (los trataremos en otra publicación), pero hoy quería compartir en estas líneas mi sentimiento de frustración, de que algo no ha funcionado o no he sabido plantear bien.
Queridos compañeros docentes, ¿tenéis sentimientos parecidos a los míos? ¿cómo lo gestionáis? ¿qué medidas tomáis?
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